Las favelas brasileñas, las villas miseria argentinas, los pueblos libres peruanos, se llamaron en Chile, hasta hace algún tiempo, poblaciones callampa. Tan extendido y aceptado era el uso que una de las canciones emblemáticas del gobierno de la Unidad Popular, “Ni un paso atrás”, decía en uno de sus versos “fue la callampa un mal sueño”.
Me acordé de esa canción en una reunión de trabajo donde había arquitectos, urbanistas y sociólogos. Y conversamos luego sobre la desaparición de la metáfora callampera pa’ la pobla: desde hace bastante tiempo se habla de tomas y campamentos -un acto político y una metáfora militar, interesantes desplazamientos semánticos- para referirse a las soluciones habitacionales autogestionadas de fonola, cartón y piso de tierra que crecen como callampas en terrenos urbanos tan desocupados como carentes de todos los servicios básicos. ¿Cuándo desapareció la población callampa? Hasta donde recuerdo, la actual Población La Bandera, uno de los barrios bravos de los suburbios capitalinos, comenzó como la Toma de La Bandera y fue un símbolo de la oposición a la dictadura. De manera que la transformación lleva unas cuantas décadas, aunque me parece haber leído o escuchado hace poco un remanente semi fosilizado, “el callamperío”.Más allá del extendido uso popular del término con connotación sexual (“la callamp’el burro”, por ejemplo), basado en una asociación de formas, la callampa sigue teniendo una fuerte carga negativa. Se dice, para indicar que algo carece de valor, que “vale callampa”. De acuerdo a los mecanismos de atenuación tan frecuentes en el habla chilena, hay quienes prefieren decir, probablemente por la referida connotación fálica, el más educado “vale hongo”; y aún hay otros que llevan la atenuación hasta la siutiquería, diciendo “vale mushroom”.
Sea como sea, la callampa vale callampa, aquí y en la quebrá’ el ají (ni tanto, en realidad; según doña RAE, es un localismo para seta en Bolivia, Chile, Ecuador y Perú); no así el champignon, que se degusta crudo con espinacas en santuarios vegetarianos, salteado en mantequilla en templos para devotos de la deliciosa grasa o relleno con diferentes delicias en restaurantes donde alguien oficia de chef. El champignon -la callampa por excelencia- es noble, está bien visto y sube el pelo en cualquier comida casera. Incluso hay un champignon ostra, tan grande y tan plano que deja de ser una callampa, como si fuera un plátano con gajos o una naranja con cuesco. Extremando el camino del desplazamiento de connotaciones, se puede postular que quizá los campamentos perderían mucho de su carga negativa si fueran conocidos como villas champignon.
1 Comments:
HE TERMINADO DE LEER TODOS LOS COMENTARIOS ...SHILENIDADES..LOS ENCONTRÉ ...EXTRAORDINARIOS !! ... HACIA MILENIOS NO ME REIA TANTOOOOOOOO..MUCHAS GRACIAS !!!!!!
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