Volantines y peces
A fines de los noventa hubo una exposición de volantines en el Centro de Extensión de la PUC. La mayor parte chinos, algunos de Rauschenberg y de otros artistas plásticos. Volantines enormes, preciosos, coloridos, un espectáculo magnífico, esculturas flotantes que se mecían suavemente sobre las cabezas de los visitantes, una belleza de apariencia frágil y a la vez llena de fuerza, sujeta con cuerdas, pero capaz de dar la vuelta al mundo. Al fondo había un teatro chino de marionetas, tan bien trabajado y tan expresivo que daban ganas de quedarse pegado todo el día.
La exposición duró muy pocos días. La fila para entrar era larga, pero más por la urgencia de ver algo irrepetible que por número de personas: una vez dentro, no se renovó demasiado el público. Entre ellos había muchísimas caras conocidas. Uno me dijo que parecía un cumpleaños ampliado. Otro comentó con sorna, al quinto encuentro con amigos, que allí estaba el futuro de la cultura chilena. Habría que especificar que se refería a la Halta Kurtura. La frase me quedó resonando y sigue siendo elocuente para mí. Del bajo porcentaje de chilenos que lee diarios, hay un número menor aún que se fija en anuncios como los de esa exposición y aún más escasos son quienes deciden levantarse temprano, amononar a los niños y partir al centro a ver volantines. Nada de raro entonces que uno se encontrara con amigos, los mismos que llevaban a sus hijos al jardín infantil Azulillo y que se encontraban en las reuniones de padres y apoderados de La Girouette, La Alianza Francesa, el Manuel de Salas o el católico Notre Dame. Todos progres, todos culturosos, todos con el empeño de abrirle mundo a sus hijos.
Ayer sábado 6 de enero hubo muchos eventos en la ciudad. El Festival de Rock en el Estadio Nacional, que se robó casi toda la cobertura de espectáculos del domingo. El primer día de La fiesta de los abrazos en el Parque O`Higgins. Y el inicio del festival Santiago a Mil, con un espectáculo callejero llamado Peces, de la compañía catalana Sarruga. Y eran peces: de distintas formas o tamaños, en cardúmenes o solos, más una música que invitaba a dislocarse las caderas, una buzo suspendida en el aire que simulaba nadar, luces, bromas. Si los volantines invitaban a la contemplación, a perderse en el horizonte infinito imaginando a esos raros pájaros flotando en libertad, estos peces convocaban a la fiesta, a la comunión, al sentido de lo colectivo, y así desataban la sonrisa, la complicidad, la alegría.
Había mucha gente. Mucha. Y, dado el carácter de la mayoría de los asistentes -todo esto ocurrió entre la Plaza Perú y Apoquindo con El Golf-, hubo hasta pifias y zapateos porque el inicio se demoraba. Esa prepotencia del cuico que lo lleva a exigir todo incluso en espectáculos gratuitos. Pero, una vez que comenzó, se produjo eso tan difícil de lograr, la comunión con el público: un pez tiraba agua, y todos reíamos a carcajadas, mojados o no mojados. El tiburón mastodóntico agachaba la cabeza y todos gritábamos fingiendo terror. El placer del juego. Lo maravilloso de poder sentirse cómplice. Una fiesta callejera en buena, cosa rara en Shile, que se repetirá en Cerro Navia, Maipú, San Joaquín y Antofagasta.
Caminando entre los peces, mirando la cara alegre de los asistentes, me acordé de los volantines. Del cauteloso murmullo que se escuchaba. Del comentario cómplice, pero en voz baja, ante algún volantín especialmente bien logrado. En la Plaza Perú también encontré caras conocidas, pero en una proporción muchísimo menor. Y es que es distinto que el espectáculo vaya a la gente a que la gente vaya al espectáculo. Me alegro muchísimo de que luego vayan a la periferia santiaguina y a la remota provincia. Estoy seguro de que los espectadores serán más numerosos, tendrán más paciencia y serán más entusiastas.
La exposición duró muy pocos días. La fila para entrar era larga, pero más por la urgencia de ver algo irrepetible que por número de personas: una vez dentro, no se renovó demasiado el público. Entre ellos había muchísimas caras conocidas. Uno me dijo que parecía un cumpleaños ampliado. Otro comentó con sorna, al quinto encuentro con amigos, que allí estaba el futuro de la cultura chilena. Habría que especificar que se refería a la Halta Kurtura. La frase me quedó resonando y sigue siendo elocuente para mí. Del bajo porcentaje de chilenos que lee diarios, hay un número menor aún que se fija en anuncios como los de esa exposición y aún más escasos son quienes deciden levantarse temprano, amononar a los niños y partir al centro a ver volantines. Nada de raro entonces que uno se encontrara con amigos, los mismos que llevaban a sus hijos al jardín infantil Azulillo y que se encontraban en las reuniones de padres y apoderados de La Girouette, La Alianza Francesa, el Manuel de Salas o el católico Notre Dame. Todos progres, todos culturosos, todos con el empeño de abrirle mundo a sus hijos.
Ayer sábado 6 de enero hubo muchos eventos en la ciudad. El Festival de Rock en el Estadio Nacional, que se robó casi toda la cobertura de espectáculos del domingo. El primer día de La fiesta de los abrazos en el Parque O`Higgins. Y el inicio del festival Santiago a Mil, con un espectáculo callejero llamado Peces, de la compañía catalana Sarruga. Y eran peces: de distintas formas o tamaños, en cardúmenes o solos, más una música que invitaba a dislocarse las caderas, una buzo suspendida en el aire que simulaba nadar, luces, bromas. Si los volantines invitaban a la contemplación, a perderse en el horizonte infinito imaginando a esos raros pájaros flotando en libertad, estos peces convocaban a la fiesta, a la comunión, al sentido de lo colectivo, y así desataban la sonrisa, la complicidad, la alegría.
Había mucha gente. Mucha. Y, dado el carácter de la mayoría de los asistentes -todo esto ocurrió entre la Plaza Perú y Apoquindo con El Golf-, hubo hasta pifias y zapateos porque el inicio se demoraba. Esa prepotencia del cuico que lo lleva a exigir todo incluso en espectáculos gratuitos. Pero, una vez que comenzó, se produjo eso tan difícil de lograr, la comunión con el público: un pez tiraba agua, y todos reíamos a carcajadas, mojados o no mojados. El tiburón mastodóntico agachaba la cabeza y todos gritábamos fingiendo terror. El placer del juego. Lo maravilloso de poder sentirse cómplice. Una fiesta callejera en buena, cosa rara en Shile, que se repetirá en Cerro Navia, Maipú, San Joaquín y Antofagasta.
Caminando entre los peces, mirando la cara alegre de los asistentes, me acordé de los volantines. Del cauteloso murmullo que se escuchaba. Del comentario cómplice, pero en voz baja, ante algún volantín especialmente bien logrado. En la Plaza Perú también encontré caras conocidas, pero en una proporción muchísimo menor. Y es que es distinto que el espectáculo vaya a la gente a que la gente vaya al espectáculo. Me alegro muchísimo de que luego vayan a la periferia santiaguina y a la remota provincia. Estoy seguro de que los espectadores serán más numerosos, tendrán más paciencia y serán más entusiastas.
12 Comments:
Preciosos y envidiables tus volantines y pescados, Rodrigo. Se puede hablar sin ironía de una alegre utopía --ía, ía-- del arte, la calle y el verano.
Mili
ah yo tengo a mi hija en el azulillo ¿qué me espera?
Chas gracias, Mili. Me desataste una cadena de asociaciones:
Por qué en Chile no hay carnaval;
Por qué desaparecieron las fiestas de la primavera;
Por qué fue tan patético el intento de la dictadura de reponerlas, y todo terminó en guanacos y zorrillos;
Y se me siguen ocurriendo preguntas, pero por ahí está bien, según la sacrosanta regla de tres.
Nadie, ya sabes lo que te espera.
Claro que, tratándose de una hija, agregaría como alternativa las católicas Teresianas de Isabel la Católica (la cacofonía es deliberada).
Si me las diera de gurú, apostaría 100 contra uno a que no te sales de las alternativas :-D
No hay más destinos posibles para hijos del Azulillo, donde, por cierto, estuvieron mis hijos. Tanto en los volantines como en los peces, me encontré con la Lupe y Santiago.
yo quisiera seguir con los peces y volantines de la lupe : (
1)una vez yo fui a un carnaval en un país caribeño. me disfracé y marché con una petaca de ron. El disfraz era una especie de túnica hecha a la rápida para los que no tenían disfraces. Me puse un sombrero alón y saludaba a la gente en las graderías.Me veía ridículo. Si uno no se emborrachaba no tenía asunto.
2)En Curiyork para la navidad hay una exposición de pesebres en la plaza. Todos horribles. También hay un trencito con un viejo pascuero con dientes de oro que le dice campeón a los niños y proncesas a las niñas. Todo de calambre.
3) Yo estuve en cinco establecimientos educacionales entre Talcastle y Curiyork. ´Los dos últimos católicos. Yo era piola pero amargado. Me negué a hacer la primera comunión. Hubo revuelo. No habían notado que no era católico. Nadie se había tomado la molestia en preguntarme
El tema de los colegios en Santiago me provoca espanto. Es la herida más brutal del apartheid local. Y todos la asumen como si fuera una anécdota curiosa. Clubes, círculos, camarillas. Salones de gente asustada que sólo quiere encontrarse una y otra vez con la misma gente. Y así respirar aliviada. Curioso. Sigo igual de amargado.
Rodrigo, ayer vi aca en China la exposición de volantines que relatas...eran tan grandes y tan bellos, que con hacer un agujerito en la tierra, podría llegar la cola a Chile.
Me enviaron la dirección de tu blog y me encantó. Cariños desde la lejanía...
hola! ya que me diste tu dirección vine a ver como es tu blog.
Me gusta como escribes y me da envidia que tus hijos tengan la suerte de tener un padre que se preocupe por su cultura.
En cuanto a los mios te digo que ni al cine me llevan y con eso te digo todo.
¡Me dieron ganas de ver a los pescaditos esos!
Muy buenas tus fotos ;)
Rodrigo,
Soy una periodista Americana y estoy escribiendo un ensayo sobre Roberto Bolaño. Me gustaría harcerle a ud. una breve entrevista. Me podrá mandarme un email para que nos ponemos en contacto?
Muchias gracias,
Marcela Valdes
valdes.marcela@@gmail.com
Rodrigo, el comentario de tanto gusto me identifica plenamente, lo de los colegios (¡y hasta los jardines son ghetto aqui! eso si qeu fue para mi fue una novedad) es algo que me repele, no lo puedo evitar, y eso que yo estudié en la alianza francesa de viña, que mis amigos eran del winter (algo asi como el latino de santiago) pero me cargaba esa onda tan "gente como uno pero de izquierda, porque es diferente, cachai"? , y me sigue cargando más ahora que veo que mis amigos repiten los patrones sin una pisca de cuestionamiento... no sé, y lo del carnaval será que no está no más. Igual hay fiestas locales y regionales ¡las hay hasta en pudahuel! ¿las conoce alguien? ¿o es que siempre tenemos qeu estar deseando un carnaval, algo grandioso? por último, tu dices ser poco patriotero, poco identificado con el terruño y demás ¿pero te has dado cuenta la obsesion con el tema chile? ¿con el nombre de este blog? ¿con la cantidad de veces que hablas con "chile", de y para Chile"? y no lo digo por ti unicamente, tambien el comentario va para mi, no soy ninguna extraterrestre, de hecho soy chilena de corazón, ja.
chuta!! perdón por lo de "pisca" y los demás errores, es lo que me pasa por atolondrarme cuando comento...
TG y María Soledá:
Tendré que decir que estoy de acuerdo en el análisis. Claro, el tema de los colegios es brutal como manifestación de una ciudad dividida, pero es eso, expresión de un fenómeno anterior. Si se coló algo semejante a la complacencia con tal estado de cosas, lo siento.
Y para María Soledá: la shilenidad es el tema de este blog (o más o menos, no hay mucha definición y desde que nació ha estado a punto de ser borrado), pero eso indica simplemente una manera de afrontar lo inescapable, pertenecer a lo menos administrativamente a este territorio. Y lógico que uno se hace preguntas sobre el tema, lo que dista mucho de ensalzar la patria y otras tonteras semejantes.
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